La vanguardia, por definición, debe ser impopular y minoritaria

Supongo que deberíamos comenzar la entrevista tratando de definir el concepto de vanguardia…

Vanguardia se llamó a los grupos de artistas que quisieron romper con el pasado, destruir las academias, experimentar en el arte y, sobre todo, renunciar al estilo de vida impuesto por la modernidad occidental. Fueron artistas, desde luego, pero también defensores de nuevos valores y actitudes vitales que desafiaban las convenciones de su momento. En pocas palabras, puede decirse que encarnaron ideales libertarios, que llevaron no sólo a las prácticas artísticas, sino a la vida.

Las vanguardias de principios del siglo XX pasaron de intentar destruir el pasado, la tradición (futuristas), a reírse de él y sabotearlo (dadaístas, etc.). ¿Cuál es el objeto de las vanguardias artísticas hoy en día?

En efecto, las vanguardias recelaron del pasado y de la tradición. Los futuristas porque despertaba una nostalgia paralizante, que impedía a Italia y a los italianos conquistar el futuro; los dadaístas porque asociaron a la gran tradición artística de Occidente con la Primera Guerra Mundial. Goethe, Schiller y Belleza olían a cadáver, decían, como si los mismos valores que inspiraron esas obras literarias hubieran conducido a la Gran Guerra. Hoy en día es mucho más difícil hablar de vanguardias. Hay manifestaciones contraculturales que tienen ese elemento utópico, ajeno a la farándula, el dinero y el espectáculo, y que de verdad quieren mover los márgenes de la sociedad. Me refiero a los grupos de transfeministas que intentan diluir las categorías de género y experimentar con la vida y el sexo. En su discurso se oye ese eco de los vanguardistas que querían cambiar por completo el sistema de valores y la manera de pensar y vivir de su época.

¿Hasta qué punto es posible hoy en día modificar al hombre y la sociedad a través del arte?
Es muy difícil afirmar que el arte modifique al hombre y a la sociedad. Ese era el fin utópico de las vanguardias, crear un Hombre Nuevo (con mayúsculas) y una sociedad nueva con sus obras de arte. Yo no creo que las pinturas, los poemas o los happenings hayan cambiado al ser humano. Somos mucho más rígidos de lo que nos gusta pensar. Lo que consiguieron los artistas de vanguardia, creo yo, fue mostrar, defender y a la larga, después de muchas décadas de experimentación y sabotaje cultural, legitimar ciertas actitudes vitales y ciertos valores que hoy en día son comunes. Repetir los experimentos vanguardistas ya no tiene gracia porque los valores han cambiado. Lo que resultaba desafiante o revolucionario antes es lo que todos encontramos normal y seductor en la
sociedad contemporánea.

La “alta cocina” parece seguir la misma dirección rupturista que en otros tiempos tomaron otras disciplinas creativas: literatura no narrativa, pintura no figurativa, música no armónica… La cocina de vanguardia no aspira a llenar el estómago y en algunos casos ni siquiera a satisfacer el paladar… Pero, en lugar de “quemar los museos” (o los restaurantes) y hablar de “destrucción”, suele hablar de “deconstrucción”, y en general reverencia las tradiciones culinarias de todo el mundo, de las que bebe para inventar. ¿Cumple con los requisitos como para se considerada vanguardia?
Más que vanguardia, es experimentación y uno de los campos más creativos e innovadores del momento. Lo dices bien. La cocina experimental puede escandalizar a los comensales por el precio y las cantidades, pero no porque desagraden o maltraten el paladar. Todo lo contrario, la cocina intenta satisfacer, agradar, deslumbrar. El juego es distinto al de los vanguardistas. No lo agreden ni lo sacuden para que cambie de valores; lo deslumbran para que tenga una experiencia sensorial distinta, lúdica, sorpresiva y novedosa.

Si las vanguardias del siglo pasado aspiraban a crear un hombre nuevo a través del arte, modificando las conciencias, a otro nivel, ¿la cocina de vanguardia debería aspirar a crear un “comensal nuevo” a través de sus propuestas?
La verdad es que no lo sé. Cada cocinero debe pensar a qué tipo de público desea atraer, qué experiencia le quiere dar, cómo va a diferenciarse de los otros chefs que están innovando y experimentado. Sospecho que ciertos restaurantes ya tienen “un comensal nuevo”, que no va solo a satisfacer el paladar y llenar la barriga, sino a participar en un ritual o a jugar.

Entrevista realizada por Raúl Nagore

Carlos Granés: Escritor colombiano, psicólogo y doctor en Antropología Social por la Universidad Complutense de Madrid. Ha dedicado buena parte de su carrera profesional al estudio de los procesos de creación. En 2011 fue galardonado con el Premio de Ensayo Isabel Polanco por su libro El puño invisible. Arte, revolución y un siglo de cambios culturales, en el que analizaba el papel de las vanguardias del siglo XX en la construcción del mundo y la sociedad en los que hoy vivimos.