Sentarse en una mesa para disminuir el hambre es una costumbre basada tanto en la necesidad del saciado de alimentos como en la vitalidad de reducir el hambre de socialización. Si para el ser humano es cierto que ambas son importantes, también lo es que se hallen altamente desatendidas, a pesar de los esfuerzos de tantos y tantos restauradores.
Permítanme hacer una consideración para exponer unos conceptos y así ofrecerles un marco de reflexión para el descubrimiento vital de por qué comemos tan mal. Se trata de vincular el tema filosófico-científico de lo real y de la realidad con el mundo de la cocina. Quizás les parecerá un paseo gratuito por los “cerros de Úbeda”, o un “irse por las ramas”, pero denme espacio y tiempo para que les descubra la inmensa vinculación que existe.
Empecemos indicando que no es lo mismo el universo de lo real y el mundo de la realidad. El universo de lo real corresponde a lo absoluto existente, es lo que realmente existe, sea o no percibido como tal por el ser humano, mientras que la realidad corresponde a aquella parte de lo real ubicada y circunscrita por la percepción del ser humano, en otras palabras, la realidad sería la interpretación que hace la persona de lo real. Cuando creemos que sólo existe lo que percibimos, lo que interpretamos, hablamos de “realidad ingenua”.
Una vez expuesta esta pequeña consideración, ya podemos aplicarla al habitual acto de comer.