Este pequeño juego que os propongo es una muestra más de la fascinación que puede ejercer en nosotros el mundo de la mente humana. Soy un gran apasionado de la mente y sus potencialidades. Creo que lo es todo. Mi fin último es crear, crecer, disfrutar y compartir mi conocimiento a este respecto (poder transmitir y aportar, si cabe utilidad, mejora y disfrute).
Por ejemplo, en el caso de la gastronomía, entiendo que lo que hace a un buen cocinero es el conocimiento y la habilidad o técnica (la mano), pero creo que la clave está en saber influir sobre los equipos y los comensales emocionalmente. Saber cómo funciona nuestra mente se torna pues fundamental.
Despliego mi labor en tres vertientes: 1.- artista/showman de la mente (actuación sobre nuestra mente de forma lúdico-motivadorainspiracional); 2.- info-tainer (conocimiento/información que se desea transmitir y reforzar combinada con entretenimiento); 3.- formador (cursos y conferencias de desarrollo) y coach.
Uno de los aspectos de la mente que hace años me llamó la atención fueron sus automatismos y cómo podíamos explotarlos u optimizarlos en nuestras intervenciones, en nuestra vida profesional y personal.
Por ejemplo, si te pido que cojas papel y lápiz y dibujes una flor… probablemente tu cerebro dibujará inmediatamente una margarita. Si te pido que dibujes ahora una casa… probablemente harás la misma que hacías cuando eras niño (puerta, ventanal, tejado triangular, e incluso chimenea). Una prueba de que nuestra mente es muy cómoda y en muchos casos actúa de forma muy automatizada.
En mis intervenciones, el conocimiento sobre los automatismos me permite dotar de pureza a las experiencias de la mente que realizo. Es decir, en vez de recurrir a artilugios o apoyos técnicos propios del ilusionismo para acabar de alcanzar lo maravilloso, lo difícil o imposible, recurro a la propia naturaleza del cerebro para conseguir prácticamente el mismo fin. En muchas ocasiones ello genera incluso mayor impacto en el público, precisamente por ser percibido de forma tan pura y directa y por tanto más cercana a lo maravilloso, difícil o imposible, pues no media ningún tipo de objeto, sólo una mente y otra, un pensamiento y otro. Nos acercamos en definitiva a la pureza de la experiencia. Quizá esto se parezca lo que se conoce como cocina de síntesis, realizada con muy pocos alimentos: una cocina directa.